Cinco opciones para comer en Andorra (Parte I)
Con cientos de restaurantes distribuidos en su pequeño territorio, la gastronomía de Andorra justifica una escapada de un par de días, lo que demuestra que el país de los Pirineos ofrece mucho más que esquí y compras.
Las diferentes opciones abarcan desde restaurantes tradicionales a sofisticados, pasando por opciones más innovadoras. En temporada invernal, hay otras alternativas que acompañan a la apertura de pistas.
En un abanico tan amplio elegimos cinco opciones para diferentes públicos, presupuestos y expectativas, para tener a Andorra como un destino clave para el turismo gastronómico.
Tradicional
En Andorra La Vella la estructura tradicional de La Borda Pairal 1630 presenta el mismo contraste visual que las iglesias románicas rodeadas de centros comerciales y edificios modernos.
Se trata de una antigua casa rural de dos plantas, con techo a dos aguas, reconstruida en piedra y madera tal como las bordas que poblaban las montañas andorranas.
Especializada en comidas típicas como la carne a la brasa, el cabrito lechal, el civet de jabalí y los caracoles a la llauna, es una elegante opción para probar raciones abundantes en un ambiente rústico.
Una serie de fotografías de escenas rurales en blanco y negro, y la decoración de herramientas de labriego, recuerdan que hasta hace un siglo Andorra era una tierra de campesinos que afrontaban una dura vida frente a las inclemencias del tiempo.
Pero además de su propuesta de comidas el patio exterior cuenta con una barra acompañado de grandes sillones, ideal para tomar una copa al atardecer mientras el sol desaparece tras los picos.
En este restaurante además de sus platos tradicionales en verano se abre una barra de cócteles en el patio. Tras una selección de entrantes bien presentada con foie gras, higo, membrillo y nueces (además del clásico pan con tomate y fuet) degustamos un confit de pato con patata y un rabo de buey estofado a la Bourguignon, con abundante jugo y tan tierno que ni hacía falta el cuchillo para cortarlo.
Para rendir homenaje a la tradición llegó un queso mató con miel y arándanos; pero también se puede optar por el coulant de chocolate o el Músico (copa de moscatel y frutos secos).
Para picar
A lo largo de la margen del río Valira, en su paso por Andorra La Vella, se concentran varios bares y locales para degustar tapas y platillos, que compiten en creatividad y modernidad.
Entre ellos está 13.5, uno de los pocos locales que tiene un dispensador de vinos que permite degustar tintos y blancos de España y de otros países del mundo.
No son de esos lugares creados para el turismo, sino que es elegido por los andorranos que salen del trabajo en las cercanías, que se distribuyen en sofás y sillones en las dos plantas del local en búsqueda de un ambiente informal.
El despliegue de tapas llegó con un hummus con pan de pita y zanahorias mini, edamames (vainas de soja inmadura, típicas de Japón), tartar de atún y una selección de quesos y embutidos que, con humor andorrano, se llama Barça-Madrid, consistente en paletilla, queso manchego, fuet, longaniza y pan de cristal.
Pero también está el despliegue de quesos de Say cheese (con lácteos franceses de vaca, cabra y oveja), los pescados ahumados como el salmón, la sardina o el bacalao, o los embutidos de Lo Juanito, con productos de carnicería del Pirineo.
Si es que no hay ánimos de vino o cava, se pueden probar los diversos gin-tónic como el Botanist (con cilantro, menta, canela y hierbas aromáticas) o el Marconi 46 (con notas de moscatel, piñas de pino, menta, cilantro y cardamomo).
Vanguardista
Es difícil precisar dónde termina la parroquia de Andorra La Vella y empieza la de Escaldes-Engordany: todo es un activo centro comercial, financiero y donde también se levantan edificios de viviendas.
A pocos pasos de la inapreciable frontera se encuentra un restaurante tan buscado por los lugareños como por los turistas, por lo que las reservas son condición casi necesaria.
Mood equilibra una propuesta vanguardista y saludable, un paréntesis interesante frente a locales que abundan en carnes, arroces y salsas.
Se presenta como un restaurante sensorial, y la idea es probar nuevos gustos aunque sea con ingredientes de toda la vida. Pudimos dar fe de ello con una coca de espelta con crema de calabaza, guacamole, humus de remolacha, queso feta, berros, lima cilantro y maíz.
Mood, donde las reservas son imprescindibles, combina la cocina saludable con preparaciones de toque vanguardista
A esta le siguió un bowl Mood de pollo salteado y marinado con jengibre y lima, acompañado de lechuga, aguacate, mango, anacardos y semillas.
Unas croquetas de berro, puerro, nueces y panko (semillas originarias de Japón) sirvieron para dar una nota tradicional, pero con platos así las energías quedan más que recargadas tras una jornada de paseo por los valles.
Extraído de: www.tendenciashoy.com